domingo, 20 de febrero de 2011

Enseñanza en català o castellano

Bien; el asunto es que soy catalán; de progenitores catalanes. Los dos. Y abuelos andaluces. Los cuatro. En mi caso, como elección personal, deseo que mis hijos estudien en catalán. No por ideario nacionalista, sino por que en mi opinión creo que enriquecerá su capacidad de aprendizaje y les dará mayor facilidad para la dicción de otros idiomas. Pero esto no debe significar más que una elección personal y no puedo, ni debo, transferirla ni instaurarla a los demás por decreto. Ya no voy a sumergirme en fórmulas político-matemáticas legales porque unas, las de la Constitución Española “parece” que dicen una cosa; y otras, las del Estatuto de Autonomía de Catalunya “aparentan” inclinarse hacia otro lugar. Aunque yo tenga clara mi decisión, defenderé la independencia de optar por el idioma de la enseñanza de cualquier otro ciudadano por encima de lo que yo considere mejor para mis hijos. Todos conocemos, es innegable, que durante unos años hubo una prohibición de la parla catalana por cuestiones políticas, amortiguándose con el paso del tiempo hasta que, en 1963, el programa Radioscope comenzó a emitir desde Radio Barcelona la música de los miembros de la Nova Cançó. Guillermina Mota, Pí de la Serra o Joan Manel Serrat fueron los primeros. Al año siguiente comenzó a transmitirse por TV programas en catalán (recordemos la obra de teatro “La ferida lluminosa” de Josep Maria de Segarra). Aún antes, en el año 1961, daba los primeros pasos una publicación mensual infantil: Cavall Fort. Otra cosa era el contenido que podían mostrar en uno u otro medio, pero eso era debido al régimen, y ni podías expresarlo en catalán ni tampoco en castellano. Curiosamente yo recuerdo de esas épocas, cuando iba a jugar a casa de mis compañeros que, en alguna ocasión cuando el abuelo de esa familia nos hablaba en catalán, los padres de mi amigo le espetaban “Papá hable en castellano que no está usted en la aldea”. Y esto sucedía en muchos de los hogares descendientes de la lengua occitana. Y era debido a que entre los propios catalanes no estaba bien visto hablar catalán porque era el lenguaje del campesinado. Es decir; sí que había una represión idiomática propagada por el régimen, pero la clase alta y media, que era la burguesía nativa de las áreas metropolitanas de Catalunya y con apellidos como Puig, Barberà, Carbonell etc., utilizaban el castellano por que lo consideraban más cosmopolita y moderno. Y si lo utilizabas con el acento catalán, lo convertías en mas afectado y “chic”. Y esto, muchos catalanes lo han olvidado o lo pretenden desconocer.
Existe una ósmosis innegable entre Catalunya y el idioma castellano que, en mi opinión, nos ha enriquecido a todos y además debería servir para nutrir una forma de comunicación más ancha y no para hacer más estrecho todavía el canal del entendimiento. Muchas de las palabras catalanas son usadas en castellano; como capicúa (literalmente cabeza y cola), masovero o la que el que suscribe ha utilizado un poco más arriba: parla. Del mismo modo, Catalunya ha absorbido otras muchas de origen puramente castellano. No sucede con la misma exactitud en los pueblos, pero en las ciudades, el catalán que se habla actualmente no es ni mucho menos académico, pues viene cincelado con abundante fonética castellana. Los puristas catalanes lo observarán como una forma estigmatizada del idioma; individualmente prefiero contemplarlo como una posible innovación. Como soy una persona que no pretende perder el tiempo en la búsqueda de culpables sino que prefiere invertirlo en encontrar soluciones, voy a proponerles una de ellas para el tema principal que nos ocupa:
Hay un procedimiento que debería contentar a todos. Al menos, a todos aquellos que se hinchan los carrillos hablando de libertad y democracia. Aquel que desee estudiar en castellano puede (y debe) hacerlo teniendo como una materia más al catalán y con obligada demostración de su correcto conocimiento. Ídem para el que estudie en catalán; el aprendizaje del castellano como asignatura será obligado requisito. Y aún más; propongo un tercer idioma extranjero con parecidas obligaciones; esto es pluralidad. Si hay alguna persona, organismo o gerencia que no está de acuerdo con ésta solución, su dilema, disgusto o preocupación ya no es un problema de enseñanza sino de chovinismo.

… comenzó, para vengarse, a hablar mal de los vascongados, y Zalacaín y él se enzarzaron en una estúpida discusión de amor propio regional, de esas tan frecuentes en España
Pío Baroja. Extracto de su obra de 1909 -Zalacaín el aventurero-

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